SALUDVisto 2488 veces — 11 febrero 2015

Cada año 12 millones de casos de diarrea son reportados entre los viajeros. Las tasas de aparición pueden variar desde 5% a 50%, dependiendo del destino.

Una de las razones por las que los turistas se vuelven susceptibles a hacer diarreas es que el viaje puede alterar los mecanismos normales de defensa del cuerpo contra las infecciones: el estrés, el jet lag, alimentos desconocidos y el agua pueden perturbar el statu quo de las bacterias protectoras alojadas en el intestino.

De ahí la relevancia de tomar las medidas adecuadas para solucionar a la brevedad este incómodo mal. Lynne V. McFarland, del Departamento de Química Médica de la Universidad de Washington, Seattle, hizo un estudio comparando la eficacia de los probióticos para la prevención de la diarrea del viajero, basado en estudios clínicos publicados aleatorizados y controlados.

Su conclusión es que los probióticos tienen una eficacia significativa, además de ser un método seguro y eficaz para prevenir la diarrea del viajero. Claro que no cualquier probiótico, porque también hay ventanas distintas de eficacia.

Según Fernando Espina, director médico del Centro Pediátrico Mediclown y decano de la Facultad de Salud de la Universidad Santo Tomás, hay probióticos naturales que ayudan a impedir las diarreas, como por ejemplo, Perenteryl, que acorta los síntomas y fortifica la flora intestinal. «Perenteryl actúa de forma rápida y eficaz. Hay otros caminos para aportar flora intestinal —como leches o yogurt—, pero estos recuperan la flora perdida muy lentamente, en semanas y hasta un mes, y no sirven para detener el episodio infeccioso que se está cursando».

Algunas complicaciones externas incluyen cambios en los planes de viaje, pérdidas económicas para el público viajero (viajes cancelados, retrasos, entradas modificadas), y pérdidas económicas para el país anfitrión y la industria del turismo.

Hay zonas de alta incidencia, como el norte de África, América Latina, Oriente Medio y el sudeste asiático, y áreas de baja incidencia, como América del Norte, el norte de Europa, Australia y Nueva Zelanda, sin embargo, la diarrea del viajero puede atacar incluso en destinos considerados seguros.

Este mal se adquiere por la ingestión de alimentos contaminados con materia fecal, agua u otros líquidos. Alimentos de alto riesgo incluyen carnes y mariscos crudos, frutas crudas sin pelar y verduras. El agua potable, hielo, leche no pasteurizada y otros productos lácteos también pueden ser de alto riesgo.

El período de incubación (tiempo desde la exposición a la contaminación por alimentos o líquidos para el inicio de los síntomas) por lo general es de 2 a 3 días. El síntoma principal es la diarrea y la duración normalmente es 2 a 6 días, si no se trata. Otros síntomas comunes son dolor abdominal y náuseas. Vómitos y fiebre son menos frecuentes.

Hasta en el 15% de los casos la diarrea puede ser prolongada (una semana a un mes o, en raras ocasiones, hasta un año) y puede estar asociada con episodios repetidos de calambres abdominales, malestar general, náuseas, fiebre o dolor muscular.

La diarrea del viajero puede ser especialmente peligrosa para los niños, debido a la deshidratación severa, y en personas inmunocomprometidas.

En general la experimentan los viajeros individuales, pero también se producen brotes que involucran a varias personas. El mayor riesgo se presenta en grupos que visitan los países en desarrollo, los pasajeros de cruceros, del Cuerpo de Paz u otros voluntarios.

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