CULTURAVisto 3028 veces — 30 agosto 2013

Próximo al estreno de la obra Los Trenes se van al Purgatorio, basada en la novela de Hernán Rivera Letelier, Alberto Olguín habla sobre los principales desafíos que tuvo al momento de trabajar en el montaje de la obra y de su relación con el novelista.

El Director Teatral Alberto Olguín Durán, a sus 43 años se encuentra preparando lo que será el segundo montaje del año presentado por la Compañía de Teatro de la Universidad de Antofagasta, el estreno de una de las obras más desafiantes que ha enfrentado: Los Trenes se ven al Purgatorio, basado en la novela del escritor Hernán Rivera Letelier.

La principal motivación para adaptar la novela de Rivera Letelier a las tablas es personal. Este es, probablemente, el libro más atemporal dentro del catálogo del escritor y esa conexión lo llevó a adaptarla a teatro, “me satisface trabajar en la obra porque si la extrapolamos el tren que viaja del sur con gente que busca riqueza en el norte, a un avión, es la misma historia, no hay elementos lógicos para el que se viene a vivir acá, el único elemento es la riqueza y eso hace que la gente se movilice, ha pasado hace 50 años, 30 y ahora en la actualidad sigue”, afirma Olguín.

El desafío de llevar adelante la obra, según cuenta, tuvo varias aristas, desde el punto de vista dramatúrgico es un trabajo bastante complejo dada la misma complejidad de la novela, además de mantener el espíritu del libro en el montaje donde el tren no se va a mover y el movimiento tiene que ser escénico. “En la literatura hay situaciones que son de alto vuelo y debemos llevarlo a un lugar restringido por lo que hemos modificado el teatro”, sostiene.

Sobre su relación con Hernán Rivera Letelier, el Director Teatral destaca la confianza que le entregó el escritor para llevar a cabo la obra y el cómo conversan sobre la elaboración del texto, “yo explico razones y puntos personales y él me cuenta qué lo motivó a hacer la novela y respetar su punto de vista… él sabe que tratamos de hacer una obra nueva de su obra”, relata.

En total, son cerca de 26 personas quienes participan en la obra entre actores, diseño integral del montaje como vestuario, iluminación música y escenografía, más el trabajo que se realiza con los actores en expresión corporal y de voz. “Es una obra cara por todo lo que significa tener un tren en escenario pero es una satisfacción tremenda trabajar en ella”, concluye.

La obra, que trae varias sorpresas en cuanto a su escenografía y distribución del teatro, fue financiada por el FONDART, y se estrena el 8 de septiembre a las 21 horas en el Teatro Pedro de la Barra. Las entradas tendrán un valor de $5 mil general y $2.500 estudiantes y tercera edad.

Los trenes se van al purgatorio

Los Trenes se van al Purgatorio (Planeta, 2000) es una de las novelas más aclamadas del escritor Hernán Rivera Letelier, en el que el tren, gran protagonista y “última cuota de romanticismo del siglo”, cruza la pampa salitrera en un irreal itinerario por las abandonadas estaciones del desierto de Atacama, esa cantera inagotable de “casos” y de historias.

Durante los cuatro días y cuatro noches de viaje, al ritmo de ese traqueteo que ya avanza, ya se detiene, ya confunde la dirección (tanto que a veces no se sabe si la locomotora apunta hacia el sur o hacia el norte), conviven viajeros de toda laya y clase: un acordeonista perseguido por el fantasma de la mujer amada; una quiromántica rodeada de hierbas mágicas y talismanes especiales para atraer la dicha a los desdichados y la aventura a los desventurados; un ciego que vende peinetas y canta boleros de Julio Jaramillo; una mujer de luto que va en busca del cadáver de su hijo muerto en las calicheras; un grupo de gitanos alborotadores; una niña de doce años cuya vida cambia en el transcurso del viaje; una pareja de enamorados que no concibe el mundo si no es para estar unidos en un beso interminable; un enano charlatán en busca de su circo, y otros personajes cuyas vidas precarias van rodando en el silencio cósmico del desierto más triste del mundo, por donde cruza, como un espectro de fierro, el tren Longitudinal Norte, el Longino.

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