SALUDVisto 1411 veces — 24 octubre 2013

Daños en las arterias que irrigan el cerebro, el abdomen y las piernas, son las enfermedades arteriales más recurrentes entre los chilenos y que están afectando a edades cada vez más tempranas, fundamentalmente por hábitos de vida poco saludables y el estrés.

 En nuestro país cada vez hay más fumadores, más diabéticos, más hipertensos, más obesos, más colesterol elevado y más estrés, factores que aumentan la probabilidad de padecer algún grado de ateroesclerosis en las arterias del cerebro, del abdomen y de las piernas, desarrollando finalmente enfermedades invalidantes, de alta prevalencia en la actualidad y con posibilidades de muerte.

Lo complejo es que estas son enfermedades comúnmente asintomáticas en su inicio por lo que pueden pasar muchos años antes de ser diagnosticadas. Aún peor, una vez que se detonan, su pronóstico puede llegar a ser muy grave e irreversible. De ahí la importancia de hacerse un chequeo periódico con un especialista en venas y arterias (cirujano vascular), sobre todo si la persona presenta los factores de riesgo mencionados, “pero lamentablemente son muy pocas las personas que consultan por un chequeo vascular, y recién toman conciencia de su importancia a los 65 a 70 años”, señala el doctor Leopoldo Mariné, cirujano vascular y endovascular de la Red Salud UC.

En este contexto, es clave que el chequeo preventivo integral se realice en todas las personas con los riesgos antes mencionados, lo que puede ser consultado con el médico de cabecera o de la familia. “Se deben buscar soplos en el cuello lo cual indica patología en las carótidas, palpar el abdomen ya que una masa que pulsa puede ser un aneurisma, y también palpar los pulsos en las extremidades para evaluar si hay oclusión de las arterias”, explica el doctor Mariné.

Las tres patologías más recurrentes

Las enfermedades cerebro-vasculares son la segunda causa de muerte en los adultos mayores en Chile, con una incidencia de 168 por 100 mil habitantes, siendo los problemas en las carótidas uno de los principales responsables de infartos en el cerebro. Se genera por una estrechez o estenosis de la principal arteria que irriga el cerebro. “Una parte significativa de las personas que sufren infartos cerebrales no mueren y quedan postrados o con secuelas graves, sin poder hablar o entender lo que les hablan”, dice el doctor Leopoldo Mariné, por ello es vital encontrar estas estrecheces antes de que den síntomas.

También están los aneurismas de aorta abdominal. En esta última patología, además del tabaquismo y la hipertensión, se suman los antecedentes familiares. Es una enfermedad asintomática por muchos años, pero cuando aparecen los síntomas se debe tratar con cirugía de urgencia. “La arteria se va dilatando, como cuando se infla un globo. Los síntomas pueden simular inicialmente un dolor abdominal cualquiera, pero cuando se rompe la mortalidad sube hasta más del 90 por ciento. Por esto es importante que sean diagnosticados y tratados en etapa asintomática”. Un 8,3 por ciento de los mayores de 65 años tiene esta patología y se calcula que hay entre 2.500 a 5.500 personas con indicación de tratamiento por esta enfermedad que no se han diagnosticado ni tratado aún.

Finalmente, están las enfermedades que afectan a las arterias de las extremidades inferiores, las cuales se tapan. “La persona se queja de que tiene problemas para caminar y le duelen las piernas, y esto va progresando lentamente, deteriorándose la calidad de vida”, explica el especialista de la Red Salud UC. “Entonces la gente lo asocia con cualquier cosa, cansancio, lumbago, sobrepeso, problemas en la cadera o en la rodilla”. Es altamente frecuente en la población mayor de 50 a 60 años, y sin ningún factor de riesgo, siendo parte esperable del proceso de envejecimiento. Es más frecuente en hombres mayores 50 años, y se estima que 1 de cada 5 adultos mayores de 70 años tiene las arterias tapadas.

Lo que tienen en común todas estas enfermedades, es que el diagnóstico precoz y el tratamiento oportuno marcan la diferencia entre el éxito de una intervención bien realizada en comparación con las posible secuelas invalidantes o la muerte causadas por una enfermedad que debuta en forma catastrófica, pero que ha estado presente y silenciosa por muchos años.

 

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