CORE CRÓNICAVisto 5078 veces — 15 octubre 2023

Teresa abre la puerta de su hogar para esta entrevista. Desde el minuto uno, hay sonrisas, amabilidad y sobre todo humildad. En su rostro se refleja la expectación pero también los años de experiencia de una referente del teatro antofagastino, que ha viajado por mundo haciendo lo que más ama, actuar.

Para empezar… ¿Quién es Teresa? ¿Cómo usted se define a sí misma?

Uh, qué difícil (Piensa) Qué difícil cuando tú me preguntas, es bien complicado… Pero a ver, yo diría que yo soy una persona muy respetuosa de los otros, siempre he tenido mucho respeto por los otros seres humanos. Creo que no soy avasalladora, soy una persona que cuando se compromete con algo lo hago de verdad, o si no digo que no. Tengo buen genio, no me llevo mal, son pocas las personas que de repente, cuando me agreden me duele pero no soy una persona que sea vengativa.

Es una buena definición

Yo creo que parte de mi crianza, yo me crie en la casa de mis abuelos, donde vivían mis tías. Una de mis tías prácticamente me crio a mi a pesar de que yo tenía a mi mamá y mi papá, mi papá era el hijo de los abuelos, y vivíamos todos porque era una casa muy grande ahí en 14 de Febrero. Compartía con mis primos que vivían en la calle Bolívar… entonces tuve una vida muy familiar desde que nací, y eso me ayudó a mí, el hecho de compartir con otras personas. Yo creo que mi crianza finalmente es lo que ha influido en mi forma de ser, siempre comparto con muchas personas, el mismo cariño que le tengo al teatro, a la moral, pienso que viene de mi abuela, ella me llevaba mucho al cine, al teatro.

Ah, desde siempre estuvo en contacto con el teatro

Si, desde niña. Además, como era una casa grande siempre jugábamos con los primeros, o los vecinos, la vida era distinta. Yo tenía amigos al frente y nos juntábamos a jugar a la payaya, me acuerdo que yo inventaba historias, jugábamos a las ventas, a un primo lo vestíamos de payaso (ríe)…siempre fui muy sociable. Y todos en mi familia somos así, somos parecidos, mi hijo, mi nieta, también son sociables.

Es algo que se transmite también

Si, yo creo que esa casa me marcó. Después mi mamá y mi papá se independizaron y se fueron a vivir a su propia casa, pero yo no alcancé a durar dos horas en la casa de mis papás, me devolví a la casa de mi abuela. Nosotros éramos cinco hermanos en total, una falleció guagüita, así que yo era la mayor y después venían mis hermanos, ellos se quedaron con mis papás y yo en la casa de mis abuelos.

¿Y en qué momento usted dijo “Yo me quiero dedicar al teatro”?

Yo en ese tiempo estudiaba en la escuela de aplicación, y mi profesora era actriz. Ella hacía muchas actividades culturales, hacía obras de teatro porque se hacían funciones dentro de la misma escuela, muchas actividades extraprogramáticas y el acto matinal de los lunes, en el que siempre se presentaba una obra. Yo siempre estuve metida en ese grupo, imagínate, estoy hablando de los años 50. Después yo pasé al Liceo de Niñas a estudiar, ahí también había muchas academias, un gobierno estudiantil de primer nivel, teníamos clases de teatro, danza, de todo. Yo hice danza, no le pegaba mucho pero le ponía empeño (ríe), hice deporte, era malísima para el deporte, pero estaba el teatro. Ahí yo conocí al maestro Sabella, que era mi profesor de iniciación literaria.

Lo curioso es que yo era del mundo de los científicos, yo de hecho elegí el electivo científico, pero yo seguía participando en las actividades de iniciación literaria, ahí el maestro nos llevaba a la radio, leíamos cuentos en la red de libertad, el maestro igual hacía distintos textos especiales para diferentes fechas.

Me acuerdo que él escribió un artículo sobre mí, y decía que yo siempre hacía los personajes largos porque era muy delgada y muy alta, así que yo siempre hacía la montaña, los lápices (ríe). Con él fueron mis primeras incursiones ya en lo que sería el teatro. Pero tampoco fue algo que yo dijera “Voy a ser actriz”.

¿No lo pensó?

Si, o sea, yo recuerdo que cuando salí del Liceo yo había participado en varias obras, pero tenía una presión familiar, había una primera que se había ido a estudiar a Concepción, medicina, y eso era como el estándar familiar. Al final yo dije “Voy a ser médico”, después me tocó la prueba de aptitud, pero no me daba para postular a medicina (ríe), mi puntaje no era tan bajo, era algo (ríe nuevamente).

Resulta que de ahí me metí a la Universidad a estudiar biología y química, quería pensar, profundizar y postular nuevamente el próximo año… Yo llego en marzo a las clases en la que en ese tiempo era acá la Universidad de Chile, llega una compañera y me dice “Oye, a ti no te gustaría participar en una compañía de teatro? Porque Alfredo Carrizo quería hacer una compañía de teatro ahí en el pedagógico, y resultó el grupo y empezamos a trabajar con un locutor de radio de ese tiempo, años 62/63 por ahí. Pero Alfredo tenía mucha visión y él dijo “No podemos seguir avanzando porque ninguno sabe mucho de teatro”, o sea, teníamos todos las ganas de hacer teatro, pero nada más, entonces ahí habló con el rector la posibilidad de traer un profesor o alguien que pudiera enseñarnos más. Resulta que en el directorio de la Universidad había un señor, Waldo Suárez, que era amigo de Pedro de la Barra, que había formado el teatro de la Universidad de Chile en Santiago. Él estaba en Arica, quería formar una escuela allá pero no le fue muy bien y se vino a Antofagasta, nos vio, y se quedó a trabajar con nosotros.

Yo me quedé con esto, con el teatro, pero también tenía el compromiso con mi familia que era terminar mi carrera. Seguí estudiante hasta el año 65, y estaba en cuarto año cuando antes de titularme renuncié. Y fue porque el grupo de teatro había crecido mucho, sumó gente de todos lados y el maestro logró que se aprobara que contrataran a un pequeño grupo de actores, entre ellos estaba yo y de forma muy privilegiada. O sea imagínate, yo tuve la posibilidad de vivir, o sea, igual seguir viviendo con mi tía pero vivir del teatro, me pagaban el equivalente a 300 mil pesos actuales, que era poco, pero tenía para mis gastos y yo sabía que en el futuro me iba a ir incluso mejor.

Cuando usted inició en el teatro, ¿Usted siente que era más difícil para las mujeres que ahora?

Mira, era algo que era muy difícil, especialmente difícil. Yo creo que en ese momento ir a estudiar teatro era una locura, o sea, irte de Antofagasta a estudiar teatro, tienes que estar loca. ¿O sea, quién iba a mandar a su hija a estudiar teatro a Santiago?

Yo creo que eso es lo bueno de mi vida yo, doy gracias a Dios que he tenido suerte porque he estado en momentos bien especiales y que han sido muy importantes para que yo siguiera haciendo un montón de cosas más.

¿Preguntarle, usted tiene alguna experiencia que le haya marcado mientras vivía su mundo en el teatro, pero de forma negativa? Algo que la haya hecho quizás replantearse que usted no pertenecía al teatro.

No, no, no, no (Repite) No creo. Nunca me he replanteado retirarme del teatro, irme del teatro, dejar de se hacer teatro. Es mi lugar, y es cómodo. ¿Es difícil? Si, es difícil, yo siempre doy gracias a Dios, a Don Pedro, le doy gracias a la Universidad que me dio la posibilidad de ejercer mi profesión sin tener que estar día a día inventando qué vamos a hacer mañana para poder seguir viviendo


Y ahora preguntarle por la vereda contraria, ¿Alguna vez que haya habido alguna experiencia que a usted le haya dicho decir “este siempre fue mi lugar”?

Bueno, yo he tenido varios momentos durante toda mi vida, de por ejemplo obras de teatro que yo nunca pensé que iba a hacer la verdad. Por ejemplo, Yerma, que es una obra tan linda y que llegó en un momento muy especial a mí porque resulta que yo, justo en la época que estaba haciendo Yerma, pensé que no iba a poder tener hijos y resulta que justo me tocó hacer ese papel. Eso para mí fue como tan increíble, porque era prácticamente mi dolor, mi verdad, y fue un papel muy bonito, recorrimos todo Chile y obtuvimos muy buena crítica, muy buena. Mariana Pineda también, de Lorca, hay cosas que van apareciendo así nomás en el camino, y uno nunca soñó que iba a hacer.

Yo hubo un tiempo que pensé que servía solo para las cosas dramáticas o trágicas, pero resulta que me tocó hacer una obra de La Nena Grife, que era una comedia y yo decía “Ay no, comedia”, porque yo encontraba que era pésima para la comedia y resulta que no, también tenía dedos para el piano, para la comedia y esas cosas que te pasan y que te van sorprendiendo.

Y bueno, yo creo que son tantos los momentos, yo siempre, siempre pensé que este era el lugar en que tenía que estar, no me veía en otra cosa, ni siendo profesora que era lo que yo había estudiado, después fui profesora pero de teatro (ríe).

En mi vida también se dieron muchas cosas que yo nunca soñé. Yo le decía a una compañera de la Universidad “Un día por el teatro yo voy a ir a Europa”, y ella se mataba de la risa, y me decía “Estás loca”, y claro era súper difícil que alguien que se dedicaba al teatro fuera a Europa, te estoy hablando del año 68. Y resulta que por esas cosas de la vida yo terminé estudiando teatro en París… Yo tuve un primer matrimonio, pero nunca nos llevamos muy bien, qué increíble era, era muy buena persona, era una persona súper amable, súper linda, pero nos llevábamos mal, y resulta que él me había prometido llevarme a Europa ese año de vacaciones pero ya no teníamos nada, ya estaba rota la relación. ¿Qué iba a hacer yo a Europa? Pero el me dijo “Teresa, ¿Te gustaría irte a estudiar allá a Europa?”, él me vio todo, la colegiatura, la ropa, un departamento, averiguó todo, y me dijo “Ya, está todo listo”. Y me fui a estudiar a Europa, a Paris.

Me imagino que fue toda una experiencia ¿Y no se quiso quedar allá?

No, yo no me quería quedar. De hecho cuando terminé mis estudios un profesor me preguntó si no me hubiese gustado quedarme allá, había posibilidades de trabajo porque no mucha gente latina dominaba el frances, y yo no hablaba perfecto pero me defendía. Pero yo me quería devolver a Chile. Igual después me fui a Canadá para despedirme de mi ex marido antes de venir a Chile, y justo me llamaba un amigo que había sido director de teatro en Uruguay y me dice “Teresa, estoy acá en Inglaterra, trabajando con un grupo de pintores y estamos en un proyecto de esculturas gigantes, y los motores que mueven la máquina son actores que trabajan con presión corporal ¿Te gustaría venir a ayudarme y hacerte caso de la parte de actuación?”. Ahí yo me fui a Inglaterra, me quedé en un departamento con ellos, me dejaron una pieza que yo pagaba y hacíamos cuestiones en la calle, antes, en la calle, en la vía pública, un montón de cosas que nunca pensé que haría.

Y ya cuando me iba a venir de ahí, llegó un periodista de Estados Unidos, desde Chicago, buscando espectáculos para llevar a Ravinia Festival, que es un festival importante a nivel mundial, y nos llevó

¿Asi de la nada?

Pero de la nada, de verdad de la nada. Son cosas que te digo yo que aparecían de la nada. O sea eso todo eso, y yo no gasté un peso. O sea en Inglaterra si tuve que trabajar, porque es más caro, trabajé de mesera, de guardarropa, en esas cosas, hice joyas, hacía esculturas pequeñitas, y las vendía. Y bueno, llegué a Chicago, a Estados Unidos y estuvimos un mes, tuvimos que armar una escultura gigante y nosotros estábamos al medio, entonces la gente iba girando y viento el espectáculo.

¿Hay alguna lección que usted diga “Esto yo lo aprendí del teatro”?

Oh, yo creo que pasan tantas cosas y hay tantas vivencias dentro del teatro, hay muchas cosas que uno las aprende del teatro, pero yo creo que lo que primero se aprende es a soñar, y la perseverancia, la responsabilidad. El teatro no es una cosa fácil, no es solamente hacer caritas o ser bonita, y tienes que estudiar, tienes que prepararte.

 Preguntarle también ¿Qué le diría usted, por ejemplo, a las mujeres que hoy están buscando iniciarse en el teatro y que a lo mejor no saben cómo, o que les da miedo? ¿Cuál es el consejo?

Mira, yo creo que tienen que lanzarse a la piscina, en el sentido que si a ti te gusta realmente algo, tienes que intentarlo, si no, nunca vas a saber si fuiste capaz o no realmente. El teatro no es fácil, el no puedo no existe, tienen que probar. Entonces no, no significa que que yo soy tímida y yo no sirvo para el teatro. O sea, no, yo no soy capaz decir, “creo que yo no soy capaz”, ya no es como para esta época, ya las mujeres no podemos decir yo no soy capaz. En teatro pasas de repente que hay gente que dice “no, yo no soy teatro” y de repente entran y te deslumbran.

Como última pregunta, si usted se viera a si misma de niña ¿Qué se diría?

Uh, qué difícil. Yo diría Teresa, creo que fuiste acertada en tus elecciones, porque yo pienso que soy, soy una mujer feliz. Ah, yo pienso que soy una mujer feliz, y diría Teresa, no te equivocaste de las decisiones que tomaste.

Es bueno decir a mi edad que si tuviste la suerte de tomar los caminos que correspondían para hacer una vida que tuviera un comienzo y un final, el final puede ser feliz. Yo siempre he tenido regalos en mi vida, el último fue Sayen, la película. Yo nunca pensé en mi vida que iba a hacer una película y yo nunca tuve oportunidad de hacer cosas de cine, pero nunca nada importante, pero cuando llegas a mi edad y te llaman y te dicen ¿Quieres actuar? Yo respondí “Uy, que miedo”, porque era una producción internacional, “Ay que terrible, pero ya”, dije yo, aparte estaba jubilada, ya no tenía que pedir permiso para poder ir a hacerlo, y fui.

Para mi la vida ha sido eso, desde niña.

Teresa sonríe, con la vida aún en sus ojos, hoy, domingo, cumple 81 años que ella lleva con alegría, con tranquilidad, y sobre todo, con la felicidad de saberse en el sitio que siempre la llamó: el teatro.

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