CRÓNICAVisto 3441 veces — 27 enero 2019

Las celebraciones familiares de navidad de 1954 ya habían quedado atrás y el año nuevo de 1955 que recién comenzaba había de quedar marcado a fuego en la memoria de los Antofagastinos que desarrollaron buena parte de las celebraciones de fin de año en las kermeses y bailes de Gala organizados por las compañías de Bomberos en los salones de sus cuarteles. Todas estas actividades tenían por objetivo reunir fondos para la compra de materiales contra incendios y uniformes de trabajo y parada para los bomberos. Además cada Compañía entregaba en forma solidaria una parte de los dineros reunidos al Cuerpo General de Bomberos para la reconstrucción del cuartel de la Séptima Compañía “Bomba España”, cuartel que había sido consumido por las llamas en un voraz incendio que afecto a diez edificios comerciales y al local de la sociedad Italiana de la ciudad el primero de enero de 1952 y que comenzó una década marcada por grandes incendios que queriéndolo o no, lograron una gran renovación urbana en la ciudad.

El verano de 1955 se comenzaba a vivir intensamente por los vecinos de Antofagasta. La juventud después de un día de playa en los baños municipales o los que tenían vehículos o motocicletas en la poza de los gringos, una vez de regreso en la ciudad y después de peinarse a la gomina y con sus zapatos cuidadosamente lustrados, comenzaban a recorrer puntualmente todas las tardes la Plaza Colon en busca de un amor de verano. Paseos vigilados siempre bajo la atenta mirada de los padres que a esa hora terminaban un día de trabajo y comenzaban a disfrutar las primeras horas de la tarde en conversaciones sociales y de amistad ciudadana. Algunos días la banda de retretas del Regimiento Esmeralda subía gallarda al odeón de la Plaza Colon y durante algunas horas interpretaba el más festivo repertorio musical que hacia disfrutar de buena música a las numerosas de familias Antofagastinas que se agolpaban a ver y escuchar esa magnifica presentación.

El día 15 de enero paso en la tranquilidad y rutina propia del verano nortino, pero de repente esa tranquilidad fue interrumpida abruptamente por la sirena de bomberos que comenzó a estremecer el silencio de la pequeña ciudad… rápidamente los atónitos vecinos dirigieron sus miradas al sector de la Avenida Brasil donde una columna de humo y llamas se levantaba como el más siniestro pilar de llamas y humo negro que levantaba entre sus torbellinos sombríos a miles de chispas incandescentes al cielo oscurecido de Antofagasta. Todas las compañías respondieron a la alarma y muy pronto las radios locales daban la noticia que el histórico y querido Regimiento Esmeralda ubicado en la calle O’Higgins esquina General Velázquez ardía en incontrolables llamas de rojizos colores. Inmediatamente el sentimiento que este no era un incendio cualquiera fue anidando en la ciudad que a esa hora ya estaba totalmente alerta y volcada a las inmediaciones del regimiento. Debido a que prácticamente todos los hombres antofagastinos habían cumplido con su servicio militar en ese histórico 7° de línea, la emoción de ver estas dependencias en llamas tenían a la multitud en un atento silencio y observación de las maniobras que desarrollaban los bomberos para sofocar el siniestro, por lo que la impresión de que parte de la historia material y gloriosa del norte en los capítulos inmortales de la Guerra del Pacifico y el asentamiento definitivo de este destacamento en la ciudad para resguardar y dar forma a nuestra definitiva chilenidad, se perdían en las reliquias inmortales de los soldados chilenos del 79, entristecía a los Antofagastinos. Desafortunadamente varias reliquias que no alcanzaron a ser rescatadas de las llamas pese al esfuerzo de los soldados y conscriptos primero y de los voluntarios que durante las largas y peligrosa horas de trabajo dieron lo mejor de sí. Esa noche cada bombero y soldado rescato una parte de la historia de Chile y Antofagasta, El vetusto edificio finalmente fue consumido por las llamas y estas en un último intento de atrapar la historia del norte comenzaron a quemar el glorioso mástil que un 7 de junio de 1880 coronaba el Morro de Arica cuando las tropas Chilenas tomaron ese bastión Peruano en 55 minutos durante la Guerra del Pacifico. Este mástil por muchos años se mantuvo como un baluarte en el patio principal del Regimiento Esmeralda, donde cada mañana era izada nuestra bandera nacional como recordatorio inmutable de la valentía y sangre derramada por el soldado chileno, para asentar la soberanía nacional en forma definitiva en este rico y fecundo norte de mineral para Chile.

Finalmente a la tristeza que significo para la ciudad, la pérdida de irremplazables piezas que se atesoraban en las dependencias de este antiguo edificio también se tuvo que lamentar la pérdida de un menor fallecido y cinco heridos de distinta consideración que hondaron aun más la congoja de sentir que una parte de la historia primera de la ciudad plenamente Chilena se fue con las llamas al cielo de Antofagasta.

Ricardo Rabanal Bustos
Profesor, Cronista y Bombero

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